Expertos son sólo profesionales con experiencia

De un tiempo a esta parte, cada día van surgiendo un mayor número de expertos en las más variadas materias y cuestiones, como si hubiese una especie de pandemia que obligase a todo bicho viviente a “sacar ese experto que lleva dentro”, que además se toman la libertad (por otro lado algo muy deseable en cualquier caso) de opinar sobre algo de lo que tienen un remoto y superficial barniz.

No solamente necesitan saber de lo que hablan sino que sería altamente recomendable que hablaran de lo que saben. En mi opinión se ha producido una desnaturalización y una devaluación de lo que históricamente se ha venido considerando como un experto. Me explico: según el Diccionario de la RAE, experto proviene del latín expertus que significa experimentado, es decir, que tiene experiencia, esto es, una “práctica prolongada que proporciona conocimiento o habilidad para hacer algo”.

Quiero decir con esto, que quizá los conocimientos teóricos estén al alcance de cualquiera, pero la experiencia no consiste en asistir a unas cuantas charlas, leer varios libros o descargarte unos cuantos cursos de la red. Pero, a no ser que estemos alterando, desvirtuando o tergiversando el concepto, solamente con ingredientes teóricos no parece que podamos hablar de un experto.

Quien nunca ha trabajado con equipos de personas, no tiene sentido que se dedique a explicar cómo hacerlo; si desconoce lo que implica tomar decisiones de gestión de una organización, no suena lógico que pretenda establecer los parámetros que las enmarcan; si solamente ha realizado pruebas de laboratorio, no puede aseverar que se van a obtener determinados resultados fuera de un entorno controlado; si no ha tenido la oportunidad de probar y contrastar sus métodos, medidas y acciones, difícilmente podrá asegurar que han funcionado.

En resumen, quien no cuente con experiencias y vivencias propias, entiendo que no disponga de muchas opciones más allá de utilizar algunas ajenas o directamente inventarlas.

Por desgracia, a diferencia de lo que normalmente ocurre en el mundo de la empresa privada, sobre todo por las consecuencias adversas que se pueden derivar de una desacertada elección de la persona destinada a ocupar un puesto, ha quedado claramente demostrado que para ocupar algunos puestos en el ámbito de las instituciones públicas no es necesario tener ningún nivel de preparación académica, de conocimientos técnicos o de experiencia práctica. Incluso tenemos múltiples ejemplos de grandes supuestos expertos que después de plantear planes y programas ante determinados escenarios, han logrado que se produzca un claro empeoramiento y, paradójicamente, un tiempo después como premio al nefasto resultado obtenido, han sido llamados de nuevo para plantear soluciones que corrijan los problemas que ellos mismos habían creado, cerrando el círculo de la incompetencia.

Creo que es algo generalmente aceptado considerar a Leonardo da Vinci como un visionario, un genio, un inventor muy adelantado a su época, que fue capaz de imaginar y diseñar los artilugios y máquinas más novedosas de su tiempo, unas veces como ideas propias y otras adaptando prototipos ajenos, pero muchos de ellos no llegaron nunca a funcionar en su momento, probablemente porque no se daban las circunstancias para ello, los avances técnicos y los materiales empleados no eran los más adecuados, o simplemente no terminaron de desarrollarse puesto que no tenían una aplicación práctica.

De la misma forma, desde mi punto de vista, en la situación actual, las recomendaciones, medidas y acciones planteadas, tienen que tener un efecto positivo inmediato para las empresas y organizaciones, referirse a cuestiones y aspectos definidos, concretos, específicos y, sobre todo, basarse en vivencias y experiencias anteriores, que conforman la práctica a la que hacíamos referencia al principio de este artículo, que solamente está al alcance de quien ha desarrollado una actividad profesional durante un largo período de tiempo.

Quizá alguien debería plantear un nuevo vocablo, por ejemplo “experteórico” para definir a quienes se consideran o son considerados expertos, pero no lo son si nos atenemos a la definición de este adjetivo, puesto que no pueden ser experimentados al faltarles la imprescindible experiencia.

(Entrada publicada el 28 de May de 2013, aparece fecha actualización blog)

12 comentarios

  • Mayte dice:

    A todos nos gustaría contar con un experto en cualquier materia pero paradógicamente, a la hora de contratar a alguien preferimos gente joven que, como bien dices, expertos no pueden ser. Alimentamos el monstruo entre todos!

    • pymero dice:

      Gracias por tu aportación, Mayte.
      Lógicamente siempre habrá que tener en cuenta las circunstancias de la empresa, el sector y el puesto. En más de una ocasión, quizá estemos haciendo bueno el dicho: «lo barato sale caro» y deberíamos replantearnos algunas cuestiones, como la ventaja comparativa que tiene haber recorrido ya una parte del camino y tener la fortuna de haber podido aprender de los errores.

  • Hola Javier (Pymero),
    Querido amigo, la cosa está clara: la experiencia es un grado La teoría es solo parte del equipaje pero lo que realmente te ayuda a hacer el camino es vivir y sentir cada una de las situaciones según sea su área de aplicación.
    Independientemente de ese matiz que has añadido en referencia a las instituciones públicas, donde habrá de todo pero que, sin duda, no escapa a la percepción de un país con una falta absoluta de liderazgo político, soy de los que prefiere utilizar la palabra «experto» con cierta prudencia ya que aún cumpliendo la definición de la RAE atendiendo a esas áreas profesionales donde estás más especializado convengo contigo que con tanto «experto» en escena conviene suavizar el concepto, no ya el de la RAE sino para evitar los efectos de esa pandemia.
    Dicho esto, prefiero que el concepto vaya avalado por esa experiencia y por sus resultados, ya sean éxitos o fracasos. Ningún experto ni nadie tiene todas las respuestas pero no todos están en el mismo punto del camino.
    El aprendizaje continuo es una actitud frente a la vida y no espero saber lo mismo hoy que mañana y mucho menos en unos años. ¡ No podría ser «un abuelo cebolleta» ¡.
    Saludos

    • pymero dice:

      Gracias por tu aportación Juan Antonio.
      Veo que coincidimos plenamente en el enfoque de este asunto, de hecho es un término que no empleo, incluso en el caso en el que me esté refiriendo a alguien con un bagaje relevante sobre una materia concreta.
      De pronto me viene a la memoria una sencilla definición de experto que me dijeron hace años «alguien que sabe casi todo sobre casi nada».
      Definitivamente cada día tenemos la oportunidad de aprender algo nuevo.
      Saludos cordiales,

  • Francisco dice:

    Vaya por delante mi acuerdo con todo lo que escribes, Javier. Aporto algo más en mi visión de la experiencia en mi campo profesional. Bueno será saber que experto o experiencia, son nombres derivados del verbo latino «experiri» (experimentar, probar) cuya raíz peri- significa intentar, arriesgar.
    Y efectivamente no por ser, por ejemplo, titulado de rango superior, se es experto profesional de nada, ni aunque se trate de varias carreras acumuladas en las mejores universidades. Pienso que el afortunado/a que cuente en su haber con esa proeza académica, será en todo caso experto en estudiar, asimilar conceptos o superar pruebas orales o escritas. Esas personas han intentado o arriesgado con éxito el estudio de diferentes materias e incluso habrán superado prácticas complejas, como por ejemplo las que harán los médicos sobre cuerpos humanos inertes para conocer su anatomía. Pero para llegar a ser experto en todo lo que tiene que ver con la vida profesional, pues queda eso, intentar o arriesgar con, o sin éxito, en ese otro ámbito de las cosas, porque también se puede ser experto aunque a uno le salgan a uno mal las cosas en los intentos, ya que es errando como mejor se aprende y se comprende el porqué de algunas cuestiones que se nos plantean en la profesión. Prefiero a un experto que haya fallado alguna vez de vez en cuando que a uno impoluto.
    Entonces creo Javier que te refieres a los expertos profesionales, dejando a un lado a los expertos académicos, que sí son los que son. Y en el caso de los primeros no podemos separar la palabra «profesional» de la de experto, pues así comprenderemos que no todos los experteóricos que tú bien identificas son profesionales expertos, ni siquiera académicos expertos .
    Considero que uno no puede nunca osar a denominarse experto (profesional) de nada, ya que el propio concepto de la palabra implica que es un proceso sin final, ya que uno pasa toda la vida y hasta que se muere intentando o arriesgando y por tanto adquiriendo pericia y ganando experiencia, de modo que al ser un proceso continuado necesita la evaluación externa y serán entonces los demás los que puedan establecer si alguien ha alcanzado el nivel de pericia suficiente para ser catalogado como experto/a en algo y no uno mismo.
    En el mundo profesional de la dirección de obras se aprecia claramente como el mejor titulado académico nunca finaliza el proceso de aprendizaje de las complejidades del proceso constructivo implica, y por lo tanto la experiencia se adquiere de forma tan gradual que sería difícil determinar cuándo se es experto, aunque por otro lado será la sociedad la que otorgue ese calificativo a alguien cuando destaque suficiente y continuadamente del resto.
    Creo como tú Javier que en esta sociedad que nos toca hay demasiado «experteórico» y poco profesional experto. De ser al contrario otro gallo cantaría…

    • pymero dice:

      Muchas gracias Francisco por tu aportación y detallado comentario.
      Como bien apuntas, el artículo tiene un enfoque profesional.
      Encantado de que también coincidamos en este tema, y en sus derivadas, el aprendizaje permanente, la transformación de los errores en experiencias, dificultad de determinar en qué momento en que alguien se convierte en experto.
      Por lo general, prefiero utilizar más otros términos como «experimentado», «con experiencia», «especializado» o, en algunos casos, sencillamente «acostumbrado». Alguien dijo que, con el tiempo, te vas convirtiendo en «generalista» con respecto al puesto que ocupas o área de actividad, y en «especialista» en el sector o sectores en los que has trabajado.
      Tendremos que tratar de seguir diferenciando el grano de la paja…

      • Francisco dice:

        Veo bueno el adjetivo «experimentado» para usarlo en primera persona, dejando «experto» para la 2ª o 3ª. Y me atrae más el uso de «especializado» y en su caso «especialista» (2ª y 3ª p.), aunque aquí ya no está la raíz en la pericia sino en la cualidad y cantidad del conocimiento.
        Muy interesante el tema que planteas que sugiere pararse a pensar un poco en este concepto que se ha convertido en algo común y cotidiano cuando en realidad y por su propia definición no debería serlo tanto.
        Gracias.

        • pymero dice:

          Creo muy acertada la puntualización respecto a la persona que usa el concepto.
          En efecto, creo que el término se ha desvirtuado, como también le ha sucedido a algunos otros.
          Gracias a ti por tu nuevo comentario

  • Enhorabuena por el artículo. Suscribo absolutamente todo su contenido. Lamentablemente este sector está lleno de «expertos» que ponen en tela de juicio la bondad y la necesidad de las consultoras internacionales dedicadas a la implantación de empresas en los mercados exteriores. Cada mercado es un mundo y tiene sus propias peculiaridades , no haberlas vivido supone un elevado riesgo para asumir la responsabilidad de colaborar a internacionalizar una empresa. Un afectuoso saludo a todos.

    • pymero dice:

      Gracias, Carlos por tu nota. Está claro que siempre es preferible tener la posibilidad de disponer de más información de calidad, basada en la experiencia acumulada, que permitirá partir de una mejor posición para anticipar situaciones, evitar complicaciones y solucionar problemas. Pero no en todos los casos es tenida en cuanta esa opción. Saludos cordiales,

  • Buenos días
    Yo coincido con Francisco, tengas los conocimientos que tengas y acumules la experiencia que acumules, autodenominarse experto es para mi como ponerse el calificativo de atractivo o encatador. Es algo que sólo los demas pueden decir de ti. Nunca tú mismo, está pelín subido.

    Yo prefiero el término especialista con experiencia demostrable. Lo de experto (lo llegue a ser algún día o no) siempre de dará un poco de corte 🙂

    • pymero dice:

      Hola Virginia, te agradezco tu nota. La verdad es que resulta bastante presuntuoso calificarse a si mismo dentro de cualquier categoría en la que deberían ser otros lo que, en su caso, te pudieran incluir. Saludos cordiales,

Dejar un comentario